Sintonizar la energía del Universo que siempre ha estado a nuestro alcance, requiere del esfuerzo colectivo para comprender las leyes que la rigen y darles el uso práctico adecuado.
«Múltiples estudios convergen en el denominador común de la naturaleza humana: Existimos para dar lo que recibimos.»
Enfrentamos en el presente una crisis ambiental que nosotros mismos hemos originado y amenaza a toda la humanidad, una demostración de la poca atención que le hemos prestado a las leyes que hacen funcionar al Universo, dirigen nuestras vidas y a la sociedad.
La energía disponible en el Universo es inmensa y si observamos lo que sucede en el cosmos, su acción es básicamente caótica; somos una “casualidad existencial” dentro de este inmenso desorden al haber sobrevivido ya a cinco extinciones masivas de la vida en los últimos 500 millones de años.
Si nos interesamos por comprender el mensaje que las leyes de la energía universal tratan de comunicarnos, podremos corregir el rumbo que ha producido daños continuados en el ambiente, aplicando los inmensos avances que hemos logrado como civilización, aunque vinculándolos ahora al uso correcto de la energía que nos regala el universo.
Soluciones que hoy son impostergables para que todos podamos disfrutar de un mundo sustentable, agradable y vivible, a nuestro alcance solo si aprendemos a utilizar dichas leyes para nuestro beneficio.
Leyes universales que no hemos aprendido a aplicar.
Cuando inventamos la agricultura, sin darnos cuenta incorporamos la energía del sol a nuestra subsistencia, dejamos de ser nómadas, aprendimos a vivir en comunidades y desarrollamos una civilización impresionante. Logros que además de su utilidad los hemos venido acumulando, pues la energía contenida en nuestros esfuerzos para hacerlos realidad no se pierde, se acumula y se ha venido transformando:
La filosofía de los griegos, el orden del Derecho Romano, la trascendencia hacia el más allá de los egipcios, las técnicas de construcción creadas por estas civilizaciones, los conocimientos de China e India recuperados por los persas para desarrollar la matemática, la ciencia, la medicina y el arte y luego exportados a Europa… ejemplos de las capacidades atesoradas y la energía almacenada en ellas que aun usamos después de años y continuamos incrementando con nuevas innovaciones.
Somos como especie un instrumento del Universo para canalizar la transferencia de su energía. Es así como, sin darnos cuenta, el Universo nos delegó el control de nuestra propia evolución, aunque sin percatarnos de que para poder beneficiarnos de los privilegios de esta cesión había que seguir las instrucciones plasmadas en las leyes que rigen el uso de esta energía.
Su alcance es tan amplio que su utilización y control incide marcadamente en la vida humana, la sobrevivencia y, sin exagerar, determinan nuestra actitud, comportamiento personal y social y movilizan nuestras iniciativas y las de las colectividades. A través de ellas se pueden explicar aspectos rutinarios que transcurren de forma casi imperceptible en nuestra cotidianidad:
Cómo el universo se entromete y dirige nuestra vida, la efectividad o ineficacia de organizaciones, el éxito de algunas civilizaciones o la decadencia de otras, los requerimientos que debemos cumplir para poder sobrevivir, la motivación humana y la prosperidad de algunos frente al estancamiento de otros… y cómo podemos usar la energía universal para ampliar nuestros logros y ser más exitosos en la vida.
¿Orgullosos?
Hoy nos enorgullecemos del progreso reciente de la humanidad, aunque con efectos colaterales que han afectado la seguridad de nuestra propia casa, el ambiente; desarrollamos tecnologías muy eficaces, aunque con el defecto de que no las hemos sabido utilizar con eficiencia.
Las leyes del universo ya lo habían anunciado y nosotros no fuimos lo suficientemente acuciosos para percatarnos de estos designios que, de paso, no eran presagios de seres malignos, sino muestra de la falta de atención o conocimiento para percibirlos y evadirlos.
En todo el camino de la evolución los humanos hemos sido impactados por cambios frecuentes en nuestra forma de vida que, en el presente, siguen ocurriendo sin pausa:
La eliminación de muchos empleos tradicionales y las nuevas competencias que debemos desarrollar; el aprendizaje de nuevas tecnologías de comunicación colectiva, la transculturización de las comunidades fomentadas por la informática y la globalización; la necesidad de incorporar al 90% de los seres humanos que viven en la pobreza o están relegados de la actividad económica mundial; el aislamiento masivo y desconexión social de los ciudadanos alrededor de su teléfono celular; la evolución de la estructura familiar… la “producción” de la generación de relevo, actualmente en nivel de déficit en las sociedades desarrolladas, entre muchas otras.
Ante estas realidades, revitalizar nuestra fortaleza principal, la capacidad de adaptación aprendida durante siglos de evolución humana con cambios severos y constantes en el ambiente, es imprescindible, y la energía y sus leyes tienen las respuestas que necesitamos para transitar por caminos seguros que nos permitan seguir disfrutando de la vida en este planeta.
¿Cómo es que llegamos al aquí y al ahora? Una pregunta que nos puede explicar lo que hoy nos pasa como civilización, abrirnos hacia un futuro con la lucidez para poder reorganizar la sociedad actual donde nuestra sobrevivencia se encuentra amenazada.
Usar el recurso de la energía del Universo que siempre ha estado a nuestro alcance, requiere del esfuerzo colectivo para comprender las leyes que la rigen y darles el uso práctico adecuado mediante el cual sea posible lograr la recuperación del ambiente y asegurar nuestra sobrevivencia.
«La energía del Universo dirige nuestra evolución, controla el ambiente y sustenta la efectividad de los humanos.»