Aprender de los errores ambientales y no repetirlos

Por Víctor J Falcón Borges

Dicen que aprendemos más de los errores que de los aciertos; y en asuntos tan delicados como el funcionamiento de un ecosistema muy complejo, el sentido común dictamina que nos cuidemos de seguir improvisando y cometiendo los errores que nos tienen sumidos en una crisis climática sin precedentes para poder asumir el nuevo reto ambiental.

«Al vivir en un mundo globalizado necesitas una comprensión panorámica de la historia para entender verdaderamente tu propia vida.» 

Harari, Y. N, “Sapiens”

Dicen que aprendemos más de los errores que de los aciertos; y en asuntos tan delicados como el funcionamiento de un ecosistema tan complejo, el sentido común dictamina que nos cuidemos de seguir improvisando y cometiendo los errores que nos tienen sumidos en una crisis climática sin precedentes para poder asumir el nuevo reto ambiental.

Cuando observamos la falta de eficiencia que la humanidad ha demostrado en el cuidado del ambiente y sus recursos vitales y cuando la historia nos recuerda que la civilización Maya desapareció por sobrexplotar sus recursos naturales y dañar sus fuentes de agua y alimento, queda al descubierto la escasa utilización práctica que damos a las leyes de la energía que intervienen en la dirección de nuestra vida, el funcionamiento de la sociedad y el cuidado del ambiente; tan es así que todavía en el presente seguimos discutiendo si dejamos o no de necesitar las tecnologías que nos asfixian.

Hacernos conscientes que podemos usar mejor la energía que nos regala el universo es también la oportunidad para aprovecharla en todo su potencial. Manejamos con mucha superficialidad los aspectos que tienen que ver con la energía, sus leyes y la manera de aprovecharnos de ella con seguridad.

En estos momentos, cuando necesitamos energía para solucionar una crisis climática que nos amenaza, se nos presenta la oportunidad de ampliar su aplicación más allá de las máquinas en todos los asuntos que tienen que ver con su uso efectivo en nuestra propia vida y el funcionamiento organizado del colectivo de la sociedad, áreas donde la energía solo se ha visto desde el ángulo metafísico, descuidando su uso en el amplio campo del comportamiento de quienes manejamos las tecnologías.

Hoy nos toca enfrentarnos al reto de conducir la sociedad por rumbos seguros. Los resultados que buscamos no se consiguen con nuevas regulaciones, restricciones, con la vinculación informática de la sociedad o con la simple adopción de nuevas tecnologías; más bien la estrategia se focaliza en la actitud de cada uno de nosotros, quienes transformamos la energía universal en beneficios para la sociedad con nuestra participación, con el potencial para reorientar el rumbo equivocado si aplicamos bien sus leyes, haciendo posible que la vida humana siga siendo parte de este pequeño planeta.

 ¿Habremos aprendido cómo usar mejor la energía?

Ahora ya entendemos lo que pasa y no podemos seguir usando la negación entre lo que sabemos y lo que hacemos; es hora de que como especie aprendamos a usar la tecnología con inteligencia, anticipando los riesgos de su aplicación y eliminarlos, o en su defecto, crear los medios para usarla con seguridad antes de, simplemente, sacarle provecho para generar una riqueza fatua.

La historia reciente de la humanidad recopila la capacidad que tuvimos para catapultar el desarrollo económico con la tecnología de los combustibles fósiles, aunque no supimos aplicar el conocimiento para adelantarnos y prever las consecuencias que podría causar.

Tampoco lo supimos hacer con la producción del frío para conservar los alimentos y poder disponer de ellos durante todo el año. Inventamos la refrigeración artificial y utilizamos fluoro carbonados y, nuevamente, nos equivocamos, pues casi creamos el holocausto mundial al destruir la capa de ozono; tuvimos que correr para no achicharrarnos, lo que nos tomó más de 30 años de esfuerzo colectivo a nivel mundial y apenas lo pudimos lograr entrando el siglo XXI.

La tecnología nuclear, desarrollada para poner de rodillas al enemigo, dio paso a su uso pacífico, aunque su desafío apocalíptico y el aumento de la temperatura que genera en los cauces de agua redujo el ímpetu para su utilización masiva.

Estos tres ejemplos, entre otros muchos, sacados del baúl de los recuerdos de una época floreciente de la humanidad, nos pueden ayudar a abrir los ojos, pues lo hicimos muy bien con el descubrimiento y desarrollo de tecnologías muy eficaces, aunque con el defecto de que no las supimos utilizar con eficiencia cuando afectamos el entorno; la seguridad de nuestra propia casa.

Las leyes del universo ya lo habían anunciado y no fuimos lo suficientemente acuciosos para percatarnos de estos designios que, de paso, no eran presagios o castigos de seres malignos, sino muestra de nuestra falta de atención para percibirlos y evadirlos y no conocer lo suficiente el funcionamiento de la energía en el universo y en nuestra vida, para poder aplicarla y manejarla con inteligencia.

Los nuevos retos de nuestra evolución

En todo el camino de nuestra evolución el contingente humano se verá impactado por cambios frecuentes en su forma de vida, por lo que la crisis ambiental y de salud por la que hoy atravesamos no son excepciones. Nos enfrentan a estilos de vida distintos y a nuevas oportunidades para participar y contribuir al bien colectivo, las cuales debemos aprender a evidenciar y desarrollar, pues se nos van mostrando en múltiples facetas de nuestra cotidianidad, entre otras muchas:

  • La necesidad de acostumbrarnos a utilizar la energía de manera más racional y de fuentes renovables, el aprendizaje colectivo de nuevas tecnologías de comunicación, la transculturización de las comunidades fomentada por la informática y la globalización.
  • Las nuevas competencias para el empleo y la eliminación de muchos empleos tradicionales; la necesidad de incorporar a más de las tres cuartas partes de la población mundial que viven en la pobreza.
  • Las informaciones falsas en las redes y desconexión social de los ciudadanos alrededor de su teléfono celular, la tendencia hacia el individualismo y la creación de islas de conocimiento empírico sin fundamentos científicos.
  • La evolución de la estructura familiar; la renovación de la población actualmente en nivel de déficit en las sociedades desarrolladas.

Adaptarnos a cada uno de estos cambios que se encuentran en pleno desarrollo es de lo que se trata; aplicar las leyes universales es intercalar la piedra filosofal de la energía en el conocimiento de la humanidad, el instrumento que no habíamos tomado en cuenta, al menos en cuanto al comportamiento humano, lo que nos permitirá equilibrar nuestros esfuerzos en la procura de los resultados que nos beneficien: encontrar explicaciones, ideas para solucionar los dilemas que se nos presenten y acciones bien orquestadas para que nuestra adaptación a las nuevas condiciones del entorno se realice de manera natural y efectiva.

La receta del cambio

Ante estas realidades que, dependiendo de cómo nos movamos, serán ventajas o amenazas, mejorar nuestras capacidades para utilizar con mayor efectividad la energía universal es el complemento que nos permitirá revitalizar la fortaleza principal que desarrollamos en la evolución de nuestra especie.

La capacidad de adaptación evitando incurrir en nuevas equivocaciones, utilizando para ello los conocimientos que vamos incorporando y el aprendizaje y aplicación de las leyes que guían la energía universal, es la antesala para asumir el rol que nos corresponde como participantes y protagonistas de este experimento universal que sigue su curso indetenible.

“El hombre exitoso sacará provecho de sus errores y lo intentará de nuevo de una forma diferente.”

Dale Carnegie

 

Escrito por

Víctor José Falcón Borges

El Don de la Energía

www.eldondelaenergia.com

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Del autor

Víctor José Falcón Borges

BChem, BEng (Chem), MEng (BioChem), MBA, AMIChemE

Soy Víctor José Falcón Borges, profesional de la química, ingeniería química y bioquímica y administración de empresas, docente de pre y posgrado, con experiencia en ciencias gerenciales y negocios, pero también un amante la naturaleza, la vida y la familia.

Por más de 40 años me he dedicado de forma sostenida a la consultoría gerencial, trabajando con empresas líderes, dando soporte a proyectos de relevancia y usando metodologías propias, con la convicción que la tecnología no es suficiente sin una buena gestión gerencial que alinee los recursos humanos y la conservación del medio ambiente que nos sostiene.

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